ESTRÓGENOS

LETICIA MARTIN

Los polos se descongelaron. Los continentes lucen como islas. Las mujeres dejaron de pro­crear. Extincionistas y continuistas debaten si los hombres deberían engendrar o desaparecer de la faz de la tierra. Martín es inseminado por su mujer en un momento de violencia y debilidad. Tragicomedia, distopía, ciencia ficción y trama de género en disputa, Estrógenos podría imaginarse como una saga futurista de pura acción perturbadora y apasionante final.

 

«Este oscuro futuro de regresión reproductiva es relativizado por la hilarante y rocambolesca Estrogénos de Leticia Martin (Galerna, 2016). Una novela de ciencia ficción incisivamente costumbrista en la que a través de los avances biotecnológicos, los hombres pueden embarazarse. Como le ocurre al protagonista, quien al convertirse en padre/madre relativizará cualquier esencialismo biológico para poner en evidencia la universal vulnerabilidad de los cuerpos y, también, la resistencia a las prácticas biopolíticas en una turbadora historia de especulación sobre la incertidumbre y el potencial ambivalente de la ciencia contemporánea».

(Redacción). La voz del interior, Córdoba

 

«Estrógenos es también una novela fuertemente corporal, traspasando la tumultuosa sucesión de cambios físicos del embarazo a órganos nunca imaginados para tales fines, haciendo emerger escalofríos ante situaciones extrañas para el género masculino». 

Rodrigo Salgado Boza, Lo que leímos, Chile 

 

 


Prólogo  

 

En el prólogo de Frankenstein, Mary Shelley aclara que la historia, aunque no es real, está basada en hechos probables. Estrógenos, segunda novela de Leticia Martin, podría considerarse heredera de esa frase. En un presente levemente deformado en tiempo y espacio, Martin imagina una sociedad donde las mujeres han decidido dejar de embarazarse para pasarles el guante a los hombres. Claro que la verosimilitud se sostiene menos en una reivindicación feminista y más en la exploración de un imaginario tecnológico reconocible. Un imaginario que al tiempo que avanza sobre las posibilidades de curar, mejorar, clonar y hasta crear vida donde antes no era posible, cuestiona sus propios límites y no deja de interrogarse por la naturaleza humana. Recuperando discusiones que recuerdan el malestar de la ya clásica Las partículas elementales de Michel Houellebecq, Estrógenos no hace más que actualizar ese desfasaje entre posibilidades biotecnológicas y su (in)comprensión social. Tal vez por eso, la autora construye un alter ego al que —¿a propósito?— llama Martín, y al que hará vivir en carne propia la experiencia completa de ser padre/madre. Y si ya en las primeras páginas asistimos al momento de la inseminación y posterior embarazo, eso no hará más que confirmar que la fragilidad del cuerpo es unisex, y que, ante la impronta de gestar vida, no hay diferencias genitales que valgan. 

 

 

 

 

Pero, entonces, Martin redobla la apuesta y se permite dar un salto más allá. Si al comienzo todo se trata de ponerse en los zapatos del otro, de proponerle al lector un juego de cambio de roles, a veces macabro, otras veces doloroso, pero también gozoso, en algún momento, el relato vira hacia una zona mucho más actual y reconocible, y, por eso mismo, más temible. De pronto, queda en evidencia que toda vida es vida política, incluso la planificada a futuro. El control biopolítico analizado vastamente por Foucault se manifiesta de una manera tan brutal y tan evidente que no queda más que resignarse. Y, sin embargo, es ahí cuando Martín —con tilde— construye su propia resistencia y lo hace con materiales originales para la época. Todo sucede como si a mayor control microscópico sobre cada una de las acciones, el personaje inventara mayores estrategias de subversión. Al fin y al cabo, la omnipresencia que se manifiesta en cada una de las acciones estatales y paraestatales deja, a su pesar, resquicios por donde podría colarse algo «extramaquínico». Si lo que se propone es un cuerpo normalizado, «docilizado», extremadamente «medicalizado», Martín intenta desarmar los hilos que lo sujetan, aunque nada ni nadie garantice el éxito de la empresa. La única posibilidad de salvación radica ahí donde el ojo del panóptico no puede ver, en el deseo, el goce sin cuerpo, pero, especialmente, en el amor. Después de todo, aunque Estrógenos quede ubicada en la góndola de novelas futuristas o distópicas, no deja de ser una que cree en el azar de la singularidad humana. 

                                           Ingrid Sarchman