ESTOY AQUÍ POR UN ERROR

La historia de Dagmar Lieblová

DAGMAR LIEBLOVÁ

 

Dagmar Lieblová nació el 19 de mayo 1929 en Kutná Hora, en el seno de una familia judía. Hasta los trece años tuvo una infancia feliz. En junio de 1942 fue deportada con sus padres, su hermana menor y su abuela a Terezín y, más adelante, al llamado campo familiar de Birkenau. Fue la única persona de su familia que sobrevivió y hasta el final de la guerra pasó por varios campos de concentración. Su abuela murió en el transporte desde Terezín en 1942 y sus padres y hermana fueron asesinados en la cámara de gas durante la liquidación del campo familiar de Birkenau. Dagmar volvió a Checoslovaquia en verano de 1945 y durante casi tres años recibió un tratamiento contra la tuberculosis. Estudió la especialidad de alemán y checo en la Facultad de Letras de la Universidad Carolina. Impartió clases en varias escuelas y durante los últimos casi veinte años fue profesora en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Facultad de Letras. Después de 1989, fundó junto con otros supervivientes la Iniciativa Terezín, que hoy preside. En el marco de la Iniciativa organiza conferencias en las escuelas en torno al Holocausto y vuelca parte de sus esfuerzos en prestar ayuda a los miembros de edad avanzada que pasen por situaciones difíciles. Hoy en día está jubilada y realiza traducciones. Tiene dos hijas, un hijo y seis nietos.

Es una mujer muy vital capaz de comunicarse de manera excelente con las generaciones más jóvenes y hacerles partícipes de su relato. Con su estilo prudente y sosegado, presenta sus experiencias terribles con distancia. Ante su relato uno puede percibir cierta rutina, pues, naturalmente, no es la primera vez que lo cuenta. Sin embargo, los que la observan con detenimiento notan la emoción, la tristeza, como si fuera incapaz de reconciliarse del todo con un pasado tan duro y tan lleno de humillaciones, de penurias y de un indefinido temor por la propia vida, así como de la repentina pérdida de toda su familia. En 2011, la doctora Lieblová recibió de manos del presidente de la República Checa la Orden de Tomáš Garrigue Masaryk y también fue nombrada ciudadana de honor de Kutná Hora.

CANTO DE UN ABEJORRO EN LA PRIMAVERA PARA DAGMAR LIEBLOVÁ

Marifé Santiago Bolaños

Escritora, Doctora en Filosofía,

Profesora de Estética y Teoría de las Artes (URJC-IUDAA)

 

No se hacían ilusiones: vivían en la antecámara de la muerte; la propaganda nazi exhibía su vida cultural como coartada; ¿deberían por eso haber rechazado esta precaria y dolorosa libertad? Su respuesta fue clara y rotunda. […] Esa sed de cultura que, en estas espantosas condiciones, se apoderó de toda la comunidad terezina. 

¿Qué representaba el arte para ellos? La manera de mantener desplegado todo el abanico de sentimientos y reflexiones con el fin de que la vida no se redujera a la única dimensión del horror.

Milan Kundera, “Olvido de Schönberg”

 

Inevitablemente, imagino a la jovencísima adolescente Dagmar Lieblová en Terezín. Un error, dice ella, hace que siga con vida. Canta la música de Hans Krása, Brundibár, el abejorro… En 1941 este juego escénico, esta ópera delicada, infantil, este cuento se estrena en el asilo judío de Praga. Hans Krása ya había sido deportado, no puede asistir a este pase clandestino de su obra… En Theresienstadt, el autor reconstruye la partitura… Entre 1942 y 1945, en Theresienstadt, Brundibár se representará más de cincuenta veces, ese abejorro poliniza la vida.

Hans Krása, sin embargo, como la mayor parte de quienes integraron aquel acontecimiento, será asesinado en Auschwitz-Birkenau. Imagino a la jovencísima adolescente Dagmar Lieblová, dice que está viva por un error

 Destino y azar, planificada maldad doblegando destino y azar… 

Desde hace años, Marek Lauermann recoge historias de personas judías que padecieron los campos del terror y el exterminio. Con responsabilidad y tesón, reconstruye un mapa de infamias –sobre todo, en lo que se refiere a la zona de Kutná Hora– que impida olvidar a quienes poseen relatos que los hacen protagonistas de dolores éticos para la humanidad entera. Ahora, en traducción de Kepa Uharte, Huso Editorial publica en español Estoy aquí por un error, sobre la que fuera presidenta de la Iniciativa Terezín, Dagmar Lieblová, quien deja que Marek Lauermann salvaguarde su recuerdo para que los hechos no sean arrastrados por el viento capcioso del olvido.

Una niña, Dagmar. Avatares propios del espacio, de la circunstancia. De un día a otro, la broma se hace desprecio y el desprecio se convierte en presagio de muerte. De un día a otro, las calles conocidas, la cotidiana normalidad, los lugares que le dan cierto sentido a las cosas se transforman en humillantes escenarios de los que no es posible salir. De un día a otro, como en la metáfora que Kafka ofrece en La metamorfosis, las personas han sido convertidas en indignos insectos cuya presencia es lesiva para la buena marcha de la comunidad. Y han de ser destruidas. Una destrucción masiva. Una solución final. Un rito macabro guiado por la pragmática racionalidad que establece criterios de eficacia. Ya no puede ser una niña, Dagmar: una niña, una joven adolescente, una mujer no tendrían que haber sabido, que saber, que vivir lo que nunca tendría que haberse vivido.

Detengamos el tiempo. Hay demasiados acontecimientos envolviendo este acontecimiento. Cómo sostenerse sin plan, cómo dar un paso sin una minúscula certeza... Cómo estar sin el sueño de estar... Dagmar Lieblová, sobrevivir es ese instante y no cerrar los ojos. Enfermedades aliadas de la vida, errores aliados de la vida. La vida. Y están las y los maestros, y están las y los artistas. No se trata de engañar, de escenografiar un mundo de belleza donde la belleza no cabe. Bien al contrario, la belleza solo sabe rebelarse contra la aberración y permanecer en vela. Una ópera para los niños y las niñas, un maestro, un violín, dibujos, cuentos, para las niñas y los niños. 

Millones de seres humanos fueron destruidos durante la época infame del antisemitismo hitleriano. A los que no se asesinó, los que no perecieron, portarían la huella de aquella verdad ontológica y cimentadora tatuada en el alma. Una evidencia apodíctica. La superficie de las cosas como objetividad del mundo. Se está lo que se es. Dagmar Lieblová, un error de quien escribiera el año de su nacimiento la salva de Auschwitz. Y ella sigue en la vida mandada por su misma no-voluntad que ha sido convertida en judía y deportada con los suyos. Esa no-voluntad es la que combatirán profesores, profesoras, artistas en los campos de exterminio. A esa no-voluntad es a la que vencerá un cuento infantil trascendido por la circunstancia, Brundibár, como abejorro polinizador de algo que no puede desaparecer en el abandono ni en la errancia. 

Lo que aconteció en Terezín, releyendo la contundencia de las palabras de Milan Kundera con las que abríamos este breve prólogo, es la razón cívica y personal por la que Dagmar Lieblová aceptará el ofrecimiento de crear, junto a otras personas que padecieron con ella, directa o indirectamente, la misma experiencia, la Iniciativa Terezín. También, estoy segura, por lo que Marek Lauermann se ha asignado esta responsabilidad de no olvidar, de darle nombre a las historias que pudieran pasar por abstractas, de impedir que la generalidad entierre la individualidad a la que todos los seres humanos tenemos derecho de un modo innegociable. Lo contrario de lo que se convirtió en ley.

El mal llegó a proyectarse de un modo tan siniestro que se hizo banal, como lo señalara Hannah Arendt. Banal, pues no había una contrapartida desde la que situar lo que estaba pasando, porque faltaba la dualidad que permite, a la mente humana, discernir. Solo había el mal como elemento sustentador, y eso provocó que no fuera un antimundo lo que iba sustituyendo porque no era la sombra del mundo: era el mundo sin metáforas. De ahí que cada resquicio de bella insignificancia –una escuela improvisada, la sonrisa de la maestra replicada en el rostro de una niña, los pequeños, las pequeñas en un escenario improvisado, una canción, un dibujo- constituyeran el único valor cuyo peso arañaba, con poética inocencia y, por tanto, con indoblegable dignidad, las paredes de ese universo sin adjetivos en el que Europa permitió que se convirtiera Europa. No me atrevo a escribir “rendijas de luz” porque los términos que pudieran expresar la inabarcable experiencia tendrían que ser otros y tener otros significados. Puedo decir, sin más, que, en la distancia de la reflexión, no me quiero esforzar por encontrar causas o razones, sino que las niego. Esa negación es mi homenaje, dado que poco más podemos ofrecerles en la ceremonia del respeto que ha de ser un libro. Un libro que abre una caja y no deja que ningún recuerdo se esconda en el fondo de la misma, pues la esperanza aquí era otra cosa también. Como es otra cosa contar y compartir. Agradezco la sinceridad con que Dagmar Lieblová dice, “traduce” testimonios, dejando que los sentimientos no empañen o maticen los mismos. Y que la amistad se abra paso entre las palabras negadas y las horas dándole un rostro y un nombre, en ese ejercicio de responsabilidad, a quien no pudieron mantener los suyos. Imagino a la niña, a la joven adolescente. Hallo a la adulta segura en las fotografías, a la que bebió una gota de leche en el canto de un gorrión en aquel Brundibár que se llevaba las estrellas amarillas.

Empezando la primavera, 2017

Prólogo a la edición española

Todos los relatos de quienes sobrevivimos la Shoá son, en cierta forma, parecidos. Tuvimos una infancia o juventud feliz, sufrimos los horrores de la deportación y los campos de concentración, debimos aceptar la pérdida de seres queridos y, después de la liberación, tuvimos todos que buscar y encontrar nuestro lugar en la vida, algunos fundamos una familia y ahora casi todos nos alegramos de ver a nuestros hijos, nietos y bisnietos crecer y desarrollarse. 

Sin embargo, en cada historia se encuentra algo distinto, una casualidad o coincidencia gracias a la cual logramos sobrevivir. Muchos han descrito estas vivencias personales.

Durante muchos años yo también consideraba que debía hacerlo, pero nunca me decidía. Sin embargo, un día llegó Marek Lauermann proponiéndome escribirlo él y la historia de mi vida se plasmó en un libro. Primero, en checo y luego, en alemán e inglés. Ahora sale en español, una lengua que, por desgracia, no hablo, pero que me atrae de una forma muy especial. Llegará así a una nueva comunidad de lectores –algunos puede que de tierras muy lejanas– y quizá puedan contribuir de alguna manera en dar a conocer lo que sucedió en Europa Central en la primera mitad del siglo XX. 

 

Febrero de 2017 

 

Dagmar Lieblová