Una maestra en Kathmandu. Treinta años después

Victoria Subirana

PRÓLOGO

 

Desafortunadamente, antes del año 2004 apenas había oído hablar de Vicki Subirana. Como cualquier persona vinculada al ámbito de la educación (desde 1974 venía trabajando en este campo, en distintos puestos y lugares), me habían llegado noticias de aquella decidida maestra catalana afincada en Katmandú que en 1991 había puesto en marcha una escuela basada en los métodos Montessori para atender a los más desfavorecidos de aquel país. Pero debo reconocer que se trataba de noticias someras y muy generales, que habían atraído mi curiosidad, aunque sin llegar apenas a saciarla.

 

 

 

Y digo desafortunadamente porque cuando la conocí en persona quedé cautivado por su historia y por ella misma y sentí no haber tenido antes más noticias de su aventura pedagógica. Escuchar de viva voz su historia, sus sueños y sus experiencias me enseñó muchas cosas, me hizo percibir la energía que tienen algunos proyectos educativos transformadores y las personas que los impulsan. Y debo agradecer a mi buena amiga Marifé Santiago habérmela presentando, así como la oportunidad que me brindó de hablar varias veces con ella entre 2004 y 2008.

 

 

 

Fue en esos años cuando tuve el privilegio de ocupar la Secretaría General de Educación en el Ministerio de Educación y Ciencia de España y hube de dedicar la mayor parte de mis energías a la preparación, tramitación y desarrollo de la Ley Orgánica de Educación. Fue una etapa apasionante, en que tuvimos que plantearnos cuáles eran las medidas más adecuadas para mejorar la educación de nuestros niños y jóvenes para después traducirlas en normas legales y en proyectos de actuación. Las jornadas de reflexión, análisis y debate eran ciertamente largas e intensas. Y en ese contexto, hablar ocasionalmente con Vicki era tener la posibilidad de mirar más allá de las preocupaciones cotidianas, aunque sin perder de vista el horizonte hacia el que debíamos encaminarnos.

 

 

 

En efecto, hablar con ella suponía mirar más allá de la cotidianidad, pues las condiciones en que debía desarrollar su tarea educativa eran muy diferentes de las nuestras y sus escuelas también resultaban muy distintas. Esas conversaciones me permitieron conocer otros entornos, entender los problemas que se plantean en sociedades lejanas, captar la influencia que la cultura ejerce sobre la organización de la educación y, en suma, valorar la actuación desarrollada por personas como Vicki que, dejando atrás su entorno natal, se aventuran a trabajar en otros medios muy alejados, para acabar haciéndolos suyos. Recuerdo algunas conversaciones que me hicieron reflexionar sobre el sentido de la educación, como por ejemplo una sobre el lugar de la muerte en la cultura nepalí, que tenía su reflejo en la vida social y escolar, en la relación de los niños y jóvenes con las personas mayores y en las perspectivas vitales de unos y otros. Desde luego, el estilo de relaciones interpersonales que ello introducía es muy diferente al de nuestras sociedades occidentales, donde la muerte funciona como un tabú. Hablamos también del impacto que ejerce una sociedad de castas sobre las oportunidades educativas, así como las dificultades que entraña la voluntad de ofrecer una educación de calidad a los miembros de las castas inferiores. Y —¡cómo no!— hablamos de la educación de las niñas, de la formación en valores cívicos y de otros problemas candentes.

 

 

 

Como se puede imaginar el lector por estas últimas palabras, si bien aquellas conversaciones nos trasladaban a contextos diferentes, muchos de sus problemas eran en última instancia similares a los nuestros. Mientras preparábamos la LOE discutíamos en nuestro equipo acerca de las escuelas segregadas, de los mejores medios para asegurar la equidad escolar, del modelo de formación de ciudadanos y cuestiones similares, bien conocidas para el lector español. Obviamente, las preguntas que Vicki debía plantearse, así como las respuestas que se daba, eran distintas de las nuestras. Pero, no obstante, el fondo de la reflexión educativa era similar. Tanto ella como nosotros buscábamos las respuestas más adecuadas para hacer frente a los desafíos que nos planteamos. Los niños y niñas a los que educamos y nuestras sociedades estaban siempre presentes en nuestras conversaciones y en el trabajo de nuestro equipo.

 

 

 

 Más adelante, cuando retomé el trabajo universitario, tuve la fortuna de encontrarme de nuevo con ella, ahora en la UNED. En nuestra universidad desarrollaba varias actividades formativas relacionadas con su pedagogía transformadora, con la misma ilusión y energía de siempre. Sinceramente, me alegré de poder continuar trabajando con Vicki, recibiendo su influjo positivo y aprendiendo otras muchas cosas a su lado. Vivir cerca de ella algunas experiencias traumáticas, como la reacción a los graves terremotos que sufrió Nepal en 2015, me enseñó mucho sobre la naturaleza humana y nuestra fragilidad radical, más allá del ensueño de omnipotencia en que a veces caemos.

 

Es para mi una satisfacción recibir ahora una invitación para prologar esta nueva edición del libro que recoge sus peripecias vitales y pedagógicas. Resulta refrescante volver a releer algunas páginas anteriores y ampliarlas con otras nuevas, relativas estas últimas a tiempos más recientes. El libro toma así un aspecto nuevo, acerca las cuestiones abordadas a tiempos más cercanos y complementa de manera admirable los capítulos que ya conocíamos sobre los inicios de aquella aventura. Estoy completamente seguro de que muchas personas pueden beneficiarse de la lectura de estas páginas. Personas mayores, o al menos de mi edad, reconocerán los sueños que han estado presentes en diversos momentos de nuestras vidas, así como las dificultades que han experimentado cuando han tenido que trasladarse a la práctica. Personas jóvenes, especialmente las implicadas o atraídas por las cuestiones educativas, recibirán una visión diferente a la habitual, que enriquecerá sus perspectivas y alimentará su reflexión. Y unas y otras no solo aprenderán y se beneficiarán de la lectura, sino que estoy seguro de que disfrutarán de ella. A fin de cuentas, ¿a quién puede dejar de atraerle esta exhibición de vitalidad y energía para desarrollar sus sueños más arraigados, aun a pesar de las inevitables y a veces fuertes dificultades? Eso es lo que el lector encontrará en este libro, cuya lectura espero le resultará tan reveladora como fue para mí.

 

 

Madrid, abril de 2018

Alejandro Tiana Ferrer

 


SOBRE EL AUTOR…


© De la foto: José Víctor Martínez Gil
© De la foto: José Víctor Martínez Gil

Victoria Subirana (Ripoll, Girona, 1959) estudió Formación Profesional en Educación Infantil. Trabajó en el Parvulario Montessori Daina (Ripoll) durante 10 años. Cursó Magisterio en la Universidad de Vic. En 1979, comenzó un gran proceso de formación en materia educativa, realizando varios estudios sobre el Sistema Pedagógico Decroly en la Decrolynian School, Bruselas. En Italia, trabajó con el método Reggio ­Emilia. Cursó el Master of Education in Curriculum & Teaching (Michigan State University).

En 1988, viajó por primera vez a Nepal. La visión de la pobreza y la mendicidad en que vivían muchos niños la llevaron a estudiar nepalí y emprender un proyecto educativo en Nepal, abriendo una escuela gratuita para niños sin recursos económicos, intocables, marginados, con discapacidad e inmigrantes. Ha proporcionado ­educación de calidad a más de 1500 niños y ha promovido una comunidad, de más de 5000 personas, que ha salido de la pobreza gracias a los principios educativos de una metodología propia denominada Pedagogía Transformadora o Transformación Evolutiva. 

Esta tarea no ha estado exenta de enfrentamientos por ciertas administraciones gubernamentales de España y Nepal. Ha sufrido, junto a la comunidad escolar, violencia, extorsión y continuas amenazas. En 2009, fueron torturados y despojados de sus escuelas.

Su vida ha inspirado Kathmandu, un espejo en el cielo, producida por Media Films y Universal Pictures y dirigida por Icíar Bollain. Recientemente, el butanés Karma Nindup ha producido el documental Kathmandu. La Caja Oscura, desde Heruka Aperture.

Pese a las trabas, esta maestra nunca ha dejado de trabajar por la misión iniciada hace 30 años.