Hace miedo aquí

Liliana Díaz Mindurry

PRÓLOGO

Si se tratara de la realidad, la más cotidiana, la más tangible, la historia que narra esta novela sería casi lineal, casi lógica. Una de esas historias que pueden protagonizar los mismos personajes que caminan por las calles de Madrid o de Buenos Aires, o de cualquier otro lugar en el que sean posibles la lluvia y el dolor. 

Si se tratara de la realidad, sería necesario que los personajes y los lugares tuvieran nombre, aunque así dejaríamos de considerar que a todos los hombres, en cualquier sitio del mundo, pueden ocurrirles la desdicha, el error, la enfermedad, los defectos y la desmemoria; incluso, la extrañeza que causa todo aquello que es diferente.

Pero sucede que la realidad es la que sobreviene indefectiblemente, la insoportable realidad que determina, la realidad impiadosa en la que convivimos como extraños, porque la palabra ha sido capaz de designar cada rasgo, cada entidad, cada geografía. “Hemos inventado las palabras para mentir.”

Y hace miedo en esta realidad. Demasiado miedo. “… hace miedo aquí, hace frío, hace fiebre, hace dolor, hace deseo imposible, hace muerte aquí.”

El poder está en el dominio de la palabra, pero la palabra no es cierta, no dice mundo, no dice nombres, no dice padre ni madre, ni génesis y ni siquiera dice muerte.

Como si fuera real las cosas dejan de nombrarse, integran fragmentos de olvido que se rescatan en fotografías, en paisajes que repiten con ambigüedad otros paisajes, en objetos que componen el mundo real y obran como puentes que revelan o confunden. Todo lo que se nombra pertenece a otros mundos o a una reducción del mundo.

Dijo Marcel Proust: “Los libros hermosos están escritos en una especie de lengua extranjera”.

El mundo puede disociarse a través del lenguaje, ser dicho de otra forma o, según el decir de Liliana Díaz Mindurry, ser mal dicho. Maldecir la realidad puede producir belleza, puede provocar poesía, puede lograr que la irrealidad se convierta en alivio, que sea bello lo que no existe, lo que no vive en este mundo.

Organizada sobre un impecable lenguaje de símbolos paralelo a la poesía, la trama alude al pensamiento lacaniano que define lo real como imposible. “Yo hablo de lo Real -dice Lacan- como lo imposible, en la medida en que creo que lo Real es sin Ley. Lo real no tiene orden.”

En la irrealidad de la poesía, en ese no decir, se rescatan las palabras prohibidas.

Como si fuera real entendemos la singularidad de llamar extraño a lo imperfecto y profundizar la perfección a medida que la extrañeza se profundiza. Como si lo extraño fuera capaz de mayor comprensión, como si en lo impensable residiera un pensamiento más humano y más compasivo, como si en lo indecible se abrigaran las únicas verdades.

El espacio del lenguaje es un espacio incompleto. Lo no dicho, o lo que se ha fugado de la memoria, o lo que se dice sin saber por qué se dice, genera polisemia, enigma y testimonio, ocultamiento y evidencia. El silencio nunca está vacío de entendimiento, solo ahonda la extrañeza. Lo extraño parece lógico y parece lógica la enajenación.

La literatura no consiste en imponer formas de expresión sino en un trazado que nunca parece tener fin y excede las vivencias, aunque siempre se mantiene cercana a lo que acontece a los hombres, incluso cuando se trata de literatura fantástica.

Como si fuera real, es posible entrar en otras dimensiones o en un caos curiosamente controlado y vigilado: mundos virtuales, organizados en sistemas de orden, sistemas en los que aparece la revelación del vacío, la presencia de lo ausente, la permisividad exclusiva del miedo.

Como si fuera real, la verdad se anuncia desde las sentencias simbólicas de un Desconocido, alguien que sabe y afirma en tonos proféticos o imperativos o que traduce desgarros de un discurso que perdura en la nebulosa de la infancia, alguien que puede estar presente cuando la lluvia une los diferentes planos de la realidad, metáfora, sin duda, de la tristeza o del desasosiego.

La búsqueda del alivio, contenido en la primera parte como “Casi una búsqueda”, se orienta hacia el deseo de posesión de un jardín.

Un extraño narrador, especie de alter ego, un algo o un alguien que dialoga permanentemente con el protagonista, va indicando los pasos para acceder a ese jardín, palabra que, también prohibida, designa un lugar, otro lugar, una probable evasión porque aquí es el lugar del miedo, porque aquí hace un presente que determina un no lugar.

“-Hay al menos dos mundos, uno el de las cosas que ves a diario, el mundo de su vida. Existe otro que está en un límite y es múltiple, hay que animarse a transponerlo…”

Situado en el tríptico del Bosco, este jardín amenaza confundir la delicia con el infierno. Pero el deseo de poder o cierta sospecha franquean las barreras y concretan el apogeo de la búsqueda “… porque el deseo no es posible, no es palabra, no se pronuncia, no existe, no es de aquí”.

Ya no son otros quienes deciden qué es la delicia. Comienza una transmutación, comienza “Casi un combate”, segunda parte de la novela.

Como en todas sus obras, Liliana Díaz Mindurry logra una contundente coherencia narrativa y desliza los argumentos hacia un final sin aliento. En este caso, el mito del amo y el esclavo, contribuye a justificar la imprecisión de los enlaces que se fundaron en una aparente irrealidad. Aunque se afirme que la muerte nos crece desde que nacemos, anuncia la inminencia de la redención.

Para Hegel, el esclavo vivirá después de que la muerte acontezca, y en espera de la muerte se identifica consigo mismo como si ya estuviera muerto.

Pero la muerte no significa en esta historia el ingreso a lo inanimado. Si la inmortalidad fuera concebible, la muerte sería solo el pasaje a otra forma de continuidad. Obviamente, un pasaje regido por una voluntad superior, capaz de juzgar y seleccionar méritos o castigos, de imponer el miedo y de guardar una estricta vigilancia de nuestros actos.

De alguna manera, el Hijo, la posesión del jardín, la simbolización de lo que imita a un Dios atento a disponer, es alegoría de una ética religiosa y, a la vez, única manifestación de pureza. Como síntesis paradojal del caos, es precisamente este Hijo, viabilidad de huida y de salvación, el que vive atrapado en el desamparo y en el defecto.

No estar en el mundo es, de algún modo, estar en la escritura, esa especie de muerte que declara Blanchot: “El arte tal vez exija jugar con la muerte, tal vez introduzca un juego, un poco de juego, allí donde ya no hay recurso ni dominio”.

Pero también hay otras formas de ausencia que redimen: “Es tan simple no estar, afirmar que sí o que no, pero no estar, no escuchar ni media palabra, separar los ojos, calcular una sonrisa cada tanto, mostrar algún asombro, pero no estar donde se está, sino muy lejos, por ejemplo en el viento que se levanta del mar o durmiendo en el pasto”.

¿Introspección o autismo? ¿Virtud o enfermedad? ¿Invalidez o inteligencia suprema?

Para que un texto pueda ser interpretado desde la hermenéutica es necesario que contenga múltiples significados, que permitan atravesar lo superficial y acceder a lo escondido, pero, fundamentalmente, que deje penetrar hasta el significado esencial, ese que supuestamente ha salido de contexto y que podrá volver a ser contextualizado. Y es la misma realidad la que vuelve a contextualizarse en este texto.

La metáfora está en el límite, casi inverosímil en el que se unen el mundo y el lenguaje. Por tal motivo, son factibles lo lineal y lo simbólico, la copia y la nueva concepción, la intertextualidad y el suceso creativo. En síntesis, la posibilidad de trastocar la realidad después de haberla descifrado agudamente.

En Hace miedo aquí se interpreta un juego, un “como si”. Sin embargo al trasponer los límites de la escritura, se erige con certidumbre la sensibilidad de la autora.

Sin lugar a dudas, Liliana Díaz Mindurry condensa una mirada piadosa y perturbadora detrás del ingenio y detrás del magistral juego de superposición de planos: seres que sufren el desvalimiento, el deterioro, el desprecio del prójimo, la debilidad. Personajes que no se insertan en la historia para causar un efecto sino para ahondar en lo reflexivo. Hipótesis con aire de magia, literatura fantástica hecha de voces reales, ficción que no soslaya las herida, fisuras que nos llevan a pensar, tal vez a soñar, que quizás fuera preferible que existieran otros mundos.

 

Laura Massolo


SOBRE EL AUTOR…


Liliana Díaz Mindurry nació en Buenos Aires. Obtuvo en narrativa  la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores por la novela La resurrección de Zagreus, el  Primer Premio Municipal de Buenos Aires en cuentos editados Bienio 90-91  por el libro  La estancia del sur,  el Primer Premio Municipal de Córdoba por el mismo libro, el Primer Premio Fondo Nacional de las Artes 1993  por la novela Lo extraño, Premio Centro Cultural de México en cuento 1993, Premio El Espectador de Bogotá en cuento 1994, ambos en el concurso Juan Rulfo de París, el 1º Premio Jiménez Campaña de Granada.  Obtuvo el Premio Planeta 1998  (Biblioteca del Sur) por la novela Pequeña música nocturna, entre otros premios.  Esta novela fue traducida al alemán y editada por VGS, Köln, 2000, como Nachtmelodie, reeditada por Huso Editor, Madrid, 2016. Tiene  23 libros publicados, entre ellos las novelas La ­resurrección de Zagreus, A cierta hora, Lo indecible, Lo extraño, Pequeña música nocturna, Summertime, Hace miedo aquí, El que lee mis palabras está inventándolas, Perro ladrando a la luna, Cita en la espesura y los libros de ensayos La voz múltiple y La maldición de la literatura (reeditado por Huso Editor en Madrid en 2016). Algunos de sus libros de cuentos son: Buenos Aires ciudad de la magia y de la muerte,  La estancia del sur, En el fin de las palabras, ­Retratos de infelices, Ultimo tango en Malos Ayres. El cuento Onetti a las seis  fue llevado a la escena teatral por Hernán Bustos junto con Un sueño realizado  de J C Onetti y participó de antologías de cuento en España, en la que también se publicaron otros cuentos en, por ejemplo, Rulfo cien años después, Huso, Madrid. Realizó el postfacio a las obras completas de Onetti en la Editorial Galaxia Gutenberg de España y ha  escrito numerosos ensayos sobre su obra. En poesía publicó Sinfonía en llamas, Paraíso en tinieblas, Wonderland (reeditado por Ediciones del Dock en 2017), Resplandor final, Cazadores en la nieve (traducida y editada por Reflet de Lettres, París, 2017) Poesía Completa (1990-2017), obtuvo el Premio Fondo Nacional de las Artes, el Subsidio de Antorchas, la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores, el Primer Premio Embajada de Grecia,  el Primer Premio First, etc.  Varios de sus poemas fueron publicados en Colombia, Austria, Uruguay, Perú y otros países. Su obra fue traducida al alemán, inglés y francés. Coordina talleres literarios desde 1984.