…Una persona del público se levantó, en el turno de preguntas, conmovida por lo que había estado oyendo y, en voz alta, expresó la experiencia que esa tarde tanto la había hecho reflexionar: “llevo toda mi vida en la lucha por los derechos de las mujeres y acabo de ser consciente de la cantidad de lagunas históricas y, por lo tanto, lo burdo de muchas de las reflexiones que se hacen con tantas carencias, en relación a lo que vosotras llamáis nuestras abuelas intelectuales”. La sinceridad y el calado de estas palabras nos hicieron ofrecer, en el mismo momento, la posibilidad de una suerte de seminario abierto para estudiar, con todas aquellas personas que quisieran, los textos y contextos de nuestras “modernas”, como se las conoció ya en su momento dándole al término un carácter peyorativo. Mercedes Gómez Blesa se ocuparía, fundamentalmente, de las ensayistas y Marifé Santiago lo haría de las creadoras; ambas, de los temas, conceptos y acciones que pudieran derivarse de lo surgido en el desarrollo de este viaje. Para nosotras, el centro de ese grupo se constituiría en torno a la vida y obra de María Zambrano,  núcleo del itinerario investigador que íbamos a empezar a compartir puesto que para las dos Zambrano es la raíz desde la que se han ido gestando estos cerca de veinte años de trabajo en común… 

Desde entonces, sábados mensuales, trimestrales a veces, un buen número de mujeres, cada vez más también algún hombre, nos reunimos en Astorga en jornadas que nunca bajan de las 3 horas para estudiar, conocer, debatir y, sobre todo, aprender, de la palabra y el trabajo de mujeres excepcionales en las que poder “mirarnos en el espejo”…

 Somos un grupo heterogéneo que demuestra, una vez más, lo sencillo que es para las mujeres reunirse y crear futuros sin renunciar a nuestra individualidad, por supuesto, pero a la vez sin que las diferencias sean obstáculos. 

…Alrededor de esas deliciosas infusiones que compartimos en los descansos de nuestra sesión de trabajo sabatino, se han propiciado sesiones continuadoras, sugerencias de lectura, invitaciones y exposiciones de proyectos en marcha, novedades, senderos complementarios… Este libro es parte del compromiso. Por ello, te damos las gracias a ti, lectora, por tu complicidad. Esperamos que en estas interesantes mujeres hayas encontrado tú también inspiración para tu vida.

 

MARIFÉ SANTIAGO BOLAÑOS Y MERCEDES GÓMEZ BLESA

1.

 


INTRODUCCIÓN: 

CONCIERTO PARA PALABRAS Y SILENCIOS, MANUAL DE  INSTRUCCIONES

 

En su estudio “Para una historia de los antifeminismos”, Christine Baro cita a la periodista Rebeca West quien, en 1913, contestaba así a una pregunta en torno al feminismo:

 

Yo nunca he acertado con la definición del feminismo. Todo lo que sé es que las personas me consideran feminista cada vez que mi comportamiento no deja lugar a dudas de que no soy un felpudo.

 

Se da la circunstancia fortuita de que trabajo en la lectura de dos libros absolutamente complementarios pues, aunque parezca opuesto el punto de vista que plantean, ambos tienen metas similares a pesar de que la propuesta hace que se tomen itinerarios diferentes.

Un siglo de antifeminismo recoge, una vez más, con solvencia y rigor, los momentos antifeministas clave que acompañaron a las primeras conquistas del territorio público para las mujeres. A pesar de que es un tema sobre el que se ha hablado y reflexionado en repetidas ocasiones, creo que no es nada malo hacer un pequeño repaso que fije imágenes e ideas. No en vano hay una advertencia que las mujeres nos repetimos unas a las otras: claro que ha habido logros, conquistas (nunca regalos, no lo olvidemos), pero no hay que bajar la guardia porque las estructuras sociales que permiten la discriminación por razón de género siguen estando vigentes. Las leyes “cercan” las conductas que el grupo “pacta” como rechazables, pero eso no significa que se acabe con tales conductas. En todo caso, la ley es fundamental para el avance hacia la igualdad, eso es indiscutible, mas en ningún caso es una vacuna.

Recordemos cómo la incertidumbre ante un futuro libre provoca miedos en el inconsciente de muchas mujeres, que llegan a justificar su sometimiento. Y recordemos también cómo el surgimiento de nuevas mitologías en el imaginario masculino, que sustituían a otras mitologías pero traían exactamente los mismos orígenes “patriarcales”, anduvo parejo a los movimientos de reivindicación del derecho de las mujeres a ser ciudadanas, eso que llamamos “sufragismo”. Hablo del mito de la mujer fatal, del rescate del tópico mitológico griego a través del cual la diosa que representa la racionalidad, Atenea, es virgen, masculinizada y armada siempre, preparada siempre, si se aplica una lectura superficial a los elementos icónicos que se le atribuyen, para la guerra.

Hablo de algunas de las heroínas literarias del momento, de Madame Bovary o Ana Karenina. La primera enredada en una suerte de locura, en una imaginación extravagante que la hace comportarse sin la medida que una elección auténticamente libre habría traído. Tiene que morir y que los “lectores” lleguemos a considerar “sana” esa muerte. O, como en el caso de Ana Karenina, tiene que haber un elemento disidente, el que la lleva a ser, de nuevo, una mujer enredada en la estructura que toma decisiones por ella, pero también la lleva al suicidio como “liberación” más que como “castigo” (que es el caso de Madame Bovary). En ambas, muerte a la disidencia para que no tenga cabida en el mundo de la “normalidad”. Y seria extraordinario analizar la genealogía de un personaje como Carmen, por ejemplo…

Podemos hablar de las heroínas y antiheroínas que aparecen, en este tiempo, en el recién nacido arte cinematográfico. Trabajando directamente con la imagen el cine permite exponer sin necesidad de matices ese imaginario. Cuando la mujer es heroica lo es porque encarna el papel de alguna de sus “hermanas” de la historia. De lo contrario, será “la chica de la película”, la que repite con insistencia elementos territoriales de lo que la sociedad espera de ella: será soñadora, enamoradiza, o simplemente mala. Será guapa y será feliz gracias a eso, o será fea y, como corresponde, infeliz; como mucho, simpática y cuidadora de todos los demás, a los que hará felices por su carácter alegre y entregado. El cine tuvo que hacer el mismo recorrido que la sociedad donde nacía, y tuvimos que esperar mucho tiempo para que se recogiera en guiones la otra cara, la otra voz. Hizo falta que también las mujeres se pusieran tras la cámara, o que escribieran los guiones para que el cine comenzara a contar con las mujeres y su mundo, con las mujeres y su universo. Porque no sé si el Arte tiene “cuerpo” y por ello hay “distintos cuerpos”, pero desde luego los artistas y las artistas sí lo tienen. Y han sido educados desde lo que el cuerpo personal y el social imponen.

 

Es muy aleccionador analizar cómo se manifiesta todo esto en el propio discurso de las mujeres, es ese curriículo oculto que cuando nombra, por ejemplo,  la palabra “feminismo” obliga a matizar, como una exigencia, con el consabido “sí, pero”; o añadir “no radical”, “no soy feminista pero…”. El “pero” son los prejuicios sociales que el lenguaje, mejor que nada, expresa.

Sin embargo, es interesante constatar el hecho de que aunque sea con “pero incluido” el feminismo ha enseñado a mirar, ha facilitado al músculo del criterio que incluya datos que ignoraba o negaba. Obviamente, ha empezado a hacerlo en el territorio de lo común, de lo social, del pacto: salarios, derechos para las mujeres en el trabajo, cuotas en el poder que equilibren la desigualdad, etc., etc. Y una vez conquistadas –o al menos, señaladas- parcelas de ese territorio, o al tiempo muchas veces, ha empezado a incorporar nuevos itinerarios, nuevos discursos, un nuevo lenguaje capaz de dar cuenta de la construcción de otro mundo posible.

A este respecto, incorporo el otro libro que, decía, estaba trabajando a la vez que Un siglo de antifeminismo. Se trata de La rebelión sigilosa, de Teresa Langle de Paz, quien lo subtitula “El poder transformador de la emoción feminista”. Sintetizo la riqueza de lo que el libro propone señalando la idea de que no podemos solo rastrear el espíritu feminista (tenga o no ese nombre para definir actitudes concretas) porque muchas de las mujeres que lo han promovido no escribían, no tenían el papel y la tinta reales o simbólicos que se lo hubiera permitido. Por eso, dice Teresa Langle, es necesario ir a lo subjetivo, a los destellos de interioridad que ciertos comportamientos han propiciado para ver cómo se produce, cómo se ha producido lo que ella llama “rebelión sigilosa”. Destaco dos momentos del libro:

 

[…] muchas mujeres encuentran fuerza en el conocimiento de que su experiencia, su vivencia, su emoción se parece a la de otras mujeres, por remotas que sean las semejanzas.

 

Es ocioso que expliquemos o que reafirmemos la idea. Aprendemos miméticamente, ya sea por mímesis literal o por rechazo del modelo. Pero debe haber modelos para seguirlos o rechazarlos. Y si nuestros modelos no se nos parecen, si  no hay mujeres donde mirarnos en el espejo, un número suficiente de ellas como para que podamos elegir la imitación o el rechazo, serán otros los modelos desde los que se forje nuestra personalidad, nuestra supuesta identidad que, inevitablemente, no tendrá “su habitación propia”.

 

La siguiente idea, preactiva, como una metodología me atrevo a decir, es esta:

 

Las lentas revoluciones que tenemos que ir sacando a la luz son pues, las de la experiencia vital de la emoción singular, que nunca es definible, ni está marcada por los límites de la identidad, sino todo lo contrario, que es inconmensurable y por ello, libre y liberadora. La verdadera libertad subversiva y la esperanza colectiva está en la disolución de las identidades fijas y limitadoras, en la búsqueda de las manifestaciones más escurridizas de nuestra historia y de nuestro “yo” que se hallan en la palabra.

 

Empezar, pues, a hacer un ejercicio de memoria.

 


2.


Esa ha sido la maravillosa experiencia que las doctoras Mercedes Gómez Blesa y Marifé Santiago Bolaños hemos compartido en Astorga durante tres temporadas, que ya se prolongan alguna temporada más. Ahora, un libro, es decir, un ejercicio de memoria.

 

El grupo de trabajo comenzó la tarde en la que ambas presentábamos dos libros propios recientes durante los actos que el Ayuntamiento de Astorga organiza cada mes de marzo, alrededor del Día Internacional de las Mujeres. El libro de Mercedes Gómez Blesa, Modernas y vanguardistas. Mujer y democracia en la II República, fue, estoy convencida, el que hizo “vivir las flores”, utilizando la hermosa imagen japonesa, de la labor que íbamos a comenzar un par de meses después. Una persona del público se levantó, en el turno de preguntas, conmovida por lo que había estado oyendo y, en voz alta, expresó la experiencia que esa tarde tanto la había hecho reflexionar: “llevo toda mi vida en la lucha por los derechos de las mujeres y acabo de ser consciente de la cantidad de lagunas históricas y, por lo tanto, lo burdo de muchas de las reflexiones que se hacen con tantas carencias, en relación a lo que vosotras llamáis nuestras abuelas intelectuales”. La sinceridad y el calado de estas palabras nos hicieron ofrecer, en el mismo momento, la posibilidad de una suerte de seminario abierto para estudiar, con todas aquellas personas que quisieran, los textos y contextos de nuestras “modernas”, como se las conoció ya en su momento dándole al término un carácter peyorativo. Mercedes Gómez Blesa se ocuparía, fundamentalmente, de las ensayistas y Marifé Santiago lo haría de las creadoras; ambas, de los temas, conceptos y acciones que pudieran derivarse de lo surgido en el desarrollo de este viaje. Para nosotras, el centro de ese grupo se constituiría en torno a la vida y obra de María Zambrano,  núcleo del itinerario investigador que íbamos a empezar a compartir puesto que para las dos Zambrano es la raíz desde la que se han ido gestando estos cerca de veinte años de trabajo en común. Y como el otro libro que se presentaba en Astorga se configuraba en torno a la idea de “mujeres sabias” desde el ejemplo más que significativo de Wangari Maathai, podríamos crear una constelación, un tejido formado por la obra, la biografía y lo que de ambas pudiera nacer, desde el punto de vista de esas mujeres que, en el mundo, ofrecen nuevos itinerarios transformadores porque su acción propone universos aun por hacer.

Así, perspectivas más próximas a la exposición histórica siempre enfocadas desde el pensamiento, desde la reflexión y desde los procesos creadores, tendrían que dialogar con experiencias específicas, con logros, con conceptos articulados en torno a un tema… Sesiones de trabajo que no perderían el cariz estimulante de una tertulia.

 

Pocos días después se recibían, en la Concejalía de Mujer y Servicios Sociales del Ayuntamiento, los nombres del primer grupo de mujeres interesadas en que aquella propuesta se hiciera realidad. Desde entonces, sábados mensuales, trimestrales a veces, un buen número de mujeres, cada vez más también algún hombre, nos reunimos en Astorga en jornadas que nunca bajan de las 3 horas para estudiar, conocer, debatir y, sobre todo, aprender, de la palabra y el trabajo de mujeres excepcionales en las que poder “mirarnos en el espejo”. El grupo de Astorga está compuesto por mujeres de distintas edades, de distintas procedencias profesionales, intelectuales, ideológicas. Somos un grupo heterogéneo que demuestra, una vez más, lo sencillo que es para las mujeres reunirse y crear futuros sin renunciar a nuestra individualidad, por supuesto, pero a la vez sin que las diferencias sean obstáculos.

Una experiencia así debe ser ejemplar porque es mucho lo que hemos ido consiguiendo, sobre todo un respeto creativo y una demostración de la posibilidad de un pensamiento “archipielar”, como escribe Édouard Glissant en su memorable Tratado de todo-mundo:

Todo pensamiento archipielar es pensamiento del temblor, de la no presunción, pero también de la apertura y del compartir.

 

Archipiélagos, constelaciones. Cada sábado hemos ido creando una nueva isla habitable, una nueva estrella que guíe. Algunas veces nuestro “espacio ético”, nuestra “madriguera”  -porque este término que “cobija” es el origen etimológico de la palabra “ética”-, salió a la calle, y en lugar de encontrarnos en el Salón de Actos de la Biblioteca Pública de la ciudad, nuestra “casa para la tertulia” se fue creando a medida que recorríamos Madrid, Maragatería o Segovia (daremos cuenta de ello). Otras veces fue el Conservatorio de Astorga porque la tarde requería música en directo. Otras una sala de cine, que se abría para recibir la experiencia de mujeres extraordinarias, como Victoria Subirana, la “maestra en Katmandú” que compartía su visión del mundo con una sala completamente llena de espectadores y espectadoras, transformándose en  “hacedores” al escucharla y dialogar con ella. 


3.


 

Durante este tiempo de trabajo con las mujeres de Astorga, hemos sentido con hondura las palabras de María Zambrano cuando habla de la democracia como un orden más musical que arquitectónico. Sonó esa música firme y exquisita cuando la jornada se desplazó de Astorga a Madrid. Habituales y acompañantes en tal ocasión, visitamos juntas el Museo Reina Sofía desde la mirada propia de las artistas cuya obra se expresa en sus salas; de modo que Remedios Varo, Maruja Mallo o Ángeles Santos fueron nuestras anfitrionas, después de haber estado con todas nosotras en sesiones anteriores del grupo de trabajo astorgano. La oportunidad de una exposición en Caixa Forum, con motivo del Centenario de la Residencia de Estudiantes (estamos hablando, pues, de 2010), nos permitió recrear el mundo de dos ilustres residentes, Dalí y Lorca, y, a partir de ellos, “buscar” los silencios exigidos para las mujeres también ilustres que compartieron con ellos generación y sueños. Completar esta visita con otra a la propia Residencia de Estudiantes, nos permitió darle “corporeidad” a las sesiones donde habíamos tratado lo que significó la Residencia de Señoritas, de la mano de María de Maeztu, el Lyceum Club, y otras propuestas culturales que repercutieron en su “conquista de la ciudadanía”, aunque no se pensaran, explícitamente, con perspectiva de género. Es el caso de la Junta de Ampliación de Estudios o las Misiones Pedagógicas. Con la siempre generosa y amable cercanía de la directora de la Residencia de Estudiantes, Alicia Gómez Navarro, y de todo su equipo, el comedor de la “Resi”, tras el paseo por sus espacios, completó una fructífera jornada, que tendría su final en la asistencia al teatro en la Sala Chejov, concebida y cuidada entonces por el maestro Ángel Gutiérrez. “Niño de la Guerra” que se llevaron a la, entonces, Unión Soviética, Gutiérrez representaba mejor que nadie aquel día ese final doloroso para las mujeres españolas, para la ciudadanía española, que supuso la Guerra Civil. Nuestras jornadas astorganas habían acabado con “los exilios”. Ángel Gutierrez, aquella tarde en el Teatro Chejov de la calle San Cosme y San Damián, tan cerca del Reina Sofía donde habían comenzado nuestro “viaje moral”, nos explicaba, con la dulzura que el arte es capaz de explicar el mundo, cuánto de aquella herencia noble y terrible vivía en todas nosotras.

A Segovia llegamos para acompañar a María Zambrano en marzo del 2011. Con su incomparable “Un lugar de la palabra: Segovia” como mapa, fuimos leyendo las huellas que la Filosofía de Zambrano, que esa razón poética, expresa en plazas y calles del lugar al que María Zambrano no volvió, tras su partida a finales de los años 20 del Novecientos, pero que añoró siempre: en ella, lo hemos sabido ahora, se guardaba uno de los secretos biográficos que, quizás, más pudo condicionarla pues no volvió jamás a hablar de él; un momento crucial que, en paralelo a los encuentros de Astorga, iba viendo la luz en mi escritorio, también en secreto, y que hoy es un libro que publica, por vez primera, las cartas conservadas que María Zambrano, antes de ser la pensadora inmensa y reconocida que llegó a ser, le escribe a su novio, Gregorio del Campo, en esa primerísima juventud, casi adolescencia, que ocultó el resto de su vida, al menos en público. Cartas que, como nuestro grupo de trabajo de Astorga, simbolizan mejor que nada la época que nuestras “abuelas intelectuales” tuvieron que vivir, y a pesar de la cual sembraron con firmeza una semilla cuyos frutos demorados por la historia acaso no hemos sabido aún agradecer.

Y aunque Maragatería recibe en cada una de nuestras jornadas del modo más hospitalario, consideramos que era significativo comenzar la tercera temporada recorriéndola desde Astorga hasta las faldas ancestrales del Teleno, nuestra Montaña Sagrada. Esta vez iba a ser Concha Espina la que señalara, para todo el grupo que participó en el viaje, la que mostrase cuánto de injusto queda todavía en la imagen que la historia reciente de España, de Europa, del mundo ha atribuido y sigue atribuyendo a las mujeres. Visitamos el Museo de la Arriería en Santiagomillas, oficio por el que serían universalmente conocidos los maragatos,  donde pudimos analizar, en directo, que también la museología y la elección de la misma es distinta si se incluye una perspectiva de género ausente la mayor parte de las veces. Visitamos Luyego de Somoza, el pueblo donde se celebra una de las fiestas más importantes de Maragatería, la de Nuestra Señora de los Remedios, que nos permitió reflexionar sobre el valor que el rito y la ceremonia poseen y el peligro de perder su origen para convertirse en pura celebración festiva que, sin duda, vuelve a obviar el papel fundador que las mujeres tienen en los ritos de vida y de muerte de los que derivan una buena parte de las fiestas populares. Y vistamos Boisán de Somoza, en el regazo ya del Teleno, donde la vida cotidiana no tiene tiempo y, por lo mismo, ejerce de libro e inspiración, en ese sentido que entregan las palabras del filósofo y poeta Édouard Glissant en el libro ya citado:

 

En nuestro trato cada vez más acelerado con la diversidad del mundo, necesitamos altos, ratos de meditación para salirnos del flujo de informaciones que se nos proporcionan, para empezar a ordenar nuestros azares. El libro es uno de esos momentos. Tras los primeros tiempos de entusiasmo, de apetito bulímico por los nuevos sistemas de conocimiento que nos brindan las técnicas informáticas, es deseable un equilibrio y que la lectura recupere su función estabilizadora y reguladora de nuestros deseos, de nuestras aspiraciones, de nuestros sueños.

 

“Leímos” entre las líneas de la controvertida obra de Concha Espina La esfinge maragata. Y algunos de sus párrafos nos llevaron a nuestra propia memoria, a esa memoria que tantas veces hemos recordado cada tarde astorgana, insistiendo en que no toda nuestra memoria “nos pertenece” y, sin embargo, qué difícil es reconocerlo, cuánto nos cuesta aceptar que “somos otras” a las que incluso podemos no haber conocido nunca. Como una ofrenda a esa memoria que es aliento nos detuvimos en uno de los lugares más hermosos de Maragatería, ese “templo de la memoria” donde las huellas escritas en signos poéticos, tan simbólicos como puede serlo la traducción y la interpretación de los signos, aparecen en el descubrimiento sorprendente de petroglifos nada frecuentes en este rincón del mundo. Fue emocionante que la memoria “escrita” de los que habitaron el territorio que recorríamos, y que nos acoge para nuestro trabajo,  evocara leyendas del entorno, sabidurías cuyo valor no es, de nuevo, el que la arquitectura social acepta. Cómo no pensar en Colombine y su intento de hablar de las mujeres españolas; cómo no oír las palabras silenciadas de tantas mujeres sin las cuales no podríamos estar allí.

Cómo obviar que la visión del Monte Teleno desplegado ante nuestros ojos trajera las palabras sabias de una incansable viajera, Alexandra David-Néel, otra de esas “mujeres sabias” que “debemos conocer” y, desde ese momento, otra de nuestras tertulianas. Acabamos la tarde en Castrillo de los Polvazares, donde un pequeño busto de Concha Espina, en el precioso pueblo maragato cuya fisonomía tradicional ha sido tan inteligentemente recuperada en calles y casas, nos permitía hacer balance de la intensidad de un encuentro en el que, de nuevo, caminar, recorrer, viajar es la gran metáfora de lo que pretendemos, sin que haga falta verbalizar o justificar intenciones. No era una excursión porque nosotras no éramos excursionistas. Era un viaje. Ese viaje que ha ido configurando, que sigue configurando nuestra actitud y compromiso con la memoria y con la gestación de memorias futuras.

 

La India, gran metáfora, como África gran metáfora, como testimonio de tantas “mujeres sabias”, se convirtieron, en algunas sesiones, en el escenario desde el que ensayar y argumentar tareas comprometidas, transformadoras. Eran territorios habitados por mujeres cuyos nombres propios agrupaban a millones de mujeres olvidadas, invisibilizadas por la tradición, por la historia, por una globalidad que, día tras día, vuelve a evitarlas, sin intentar siquiera un gesto que pretenda itinerarios distintos para ellas. Metáforas que respiran, que son presencia y son figura, que arrancan el velo de la retórica y van al corazón de lo que la palabra significa en su raíz: transportar, conducir a otros lugares.

Por ello, alrededor de esas deliciosas infusiones que compartimos en los descansos de nuestra sesión de trabajo sabatino, hablábamos ya en el presente de lo que queríamos que fuera el futuro de nuestro grupo. En esos intermedios se han propiciado sesiones continuadoras, sugerencias de lectura, invitaciones y exposiciones de proyectos en marcha, novedades, senderos complementarios. Sí: una tertulia abierta con un tema común: Modernas, vanguardistas y otras mujeres sabias.

 

¿Cómo seguirán estos encuentros? De momento, ya tenemos la partitura de un hermoso concierto escrito entre todas, con tanto rigor como conciencia, con palabras y silencios. Y ahora lo compartimos. Hacerlo es, también, balance, celebración y agradecimiento.

 


4.


A pesar de que todos los apartados que componen este Debes conocerlas han sido revisados y ajustados para su publicación, hemos preferido mantener un cierto tono de cercanía para que, aunque solo sea de un modo intuido, no se pierda la forma en que se desarrollan  nuestros encuentros. 

Y si bien las sesiones eran compartidas la mayor parte de las veces, queremos señalar aquí quién llevaba la dirección en cada una de ellas, para lo que vamos a seguir el índice que configura nuestro libro:

La Introducción: concierto para palabras y silencios, manual de instrucciones; Es necesario un nuevo álbum de fotografías: homenaje a Clara Campoamor; Concha Espina, o el silencio impuesto a las mujeres; Maruja Mallo, Mª Teresa León, por si se nos olvidan (que fue la base de una intervención en las jornadas “La Edad de Plata”, de El Espinar-en Segovia); Marina Tsvietáieva y Anna Ajmátova: terrores, bellezas y miserias del siglo XX; Contra la historia excluyente, danza; Alexandra David-Néel o la intuición que siempre hace crecer; Modernas, vanguardistas y otras mujeres sabias. Se acaba la primera parte de este viaje, han sido escritos por Marifé Santiago Bolaños.

Los hombres que no amaban a las mujeres: la misoginia en España; Carmen de Burgos, “Colombine”: del tocador a la tribuna; María Lejárrega (“María Martínez Sierra”); María Zambrano: el exilio como no lugar; Noche y niebla: las españolas en la Resistencia; Hannah Arendt y Simone Weil; Frida Kahlo: el cuerpo roto; Marina Núñez:  los cuerpos excluidos; y el Epílogo, han sido escritos por Mercedes Gómez Blesa.

 

No podríamos acabar esta introducción sin decir que, en realidad, quienes han escrito estas páginas han sido las mujeres que las han ido haciendo vivir: Victorina Alonso que era la Alcaldesa de Astorga, Mercedes G. Rojo que era la Concejala de Cultura y Servicios Sociales, las mujeres de la “Plataforma Ciudadana de Astorga por la Igualdad y contra la Violencia”, las amigas que se sumaban a nuestras reuniones siempre que podían, incluso desplazándose, para participar en esta peculiar tertulia, desde lugares que no siempre estaban cerca. Las que invitaban a otras amigas, las que traían a sus madres, a sus hijas, a sus compañeros… Las que convocaban a la memoria de tantas que, en el camino de la historia, en los caminos de las historias…

A ellas, por ellas, para ellas.

 

(El Espinar-Maragatería, verano de 2016)